Dactiloscopía de La Plata a Scotland Yard
🔍 Huellas que marcan historia: ¿Quién sistematizó la dactiloscopía que usan las policías del mundo?
🔍 De la antigua China a La Plata y Londres:
cómo las huellas dactilares pasaron de prueba de identidad ancestral a herramienta clave de la criminología moderna.
En la actualidad, las huellas dactilares son una pieza fundamental en la identificación de personas en todo el mundo. Pero… ¿quién fue el responsable de convertirlas en un sistema científico y policial confiable? La respuesta nos lleva a dos figuras claves: el argentino Juan Vucetich y el británico Edward Henry.
Sin embargo, la historia no comienza con ellos…
🖐️ Registros biométricos de la era paleozoica. Yo estuve aquí... hace 10.000 años
En un mundo donde desbloqueamos nuestros celulares con la cara y cruzamos fronteras con la huella digital, cuesta imaginar que nuestros antepasados también dejaron su propia “firma” personal… pero en las paredes de una cueva.
Las famosas manos pintadas de la Cueva de las Manos, en Santa Cruz, Argentina, nos muestran que la necesidad de dejar huella —literalmente— es tan antigua como la humanidad misma. Estas siluetas, hechas soplando pigmento sobre manos apoyadas en la roca, tienen hasta 13.000 años de antigüedad. Nada mal para un “registro biométrico” ancestral.
Pero claro, no eran controles de acceso ni puntos de fichada prehistóricos. Estas manos son mucho más que arte rupestre: son gritos silenciosos del pasado, un “yo estuve aquí” eterno, un testimonio de pertenencia, identidad o quizás un ritual que aún no terminamos de entender.
Y aunque no podamos escanear esas manos para obtener un documento, nos dicen más de lo que imaginamos. Nos recuerdan que la historia no empezó con la escritura, sino con un gesto simple y universal: la mano tendida.
Hoy, frente a esas paredes milenarias, no vemos rostros ni nombres. Vemos manos. Y con eso basta para entender que alguien quiso ser recordado.
🏮 Huellas milenarias: los primeros rastros en China
Mucho antes del surgimiento de la dactiloscopía moderna, ya en la antigua China se utilizaban huellas digitales como forma de identificación. Desde la dinastía Qin (siglo III a.C.), se han encontrado registros de contratos y documentos legales firmados con impresiones del pulgar, especialmente entre personas analfabetas.
Aunque en aquel entonces no existía un sistema científico, el uso de huellas como prueba de identidad demuestra una intuición cultural que anticipó su valor legal y personal.
China, en cierto modo, fue pionera en reconocer que nuestras manos nos identifican.
🧠 Juan Vucetich: el pionero desde Argentina
En 1891, desde la Jefatura de Policía de La Plata, Juan Vucetich desarrolló el primer sistema de clasificación dactiloscópica del mundo. Lo llamó “icnofalangometría”, y luego se lo conoció como el Sistema Vucetich.
Un año después, en 1892, resolvió el primer caso criminal de la historia resuelto con huellas dactilares: el caso Francisca Rojas en Necochea, Argentina. Este hito marcó el nacimiento oficial de la dactiloscopía como herramienta forense.
🇬🇧 Edward Henry: expansión y simplificación desde el Imperio Británico
En 1901, el comisionado británico Edward Henry introdujo un sistema de clasificación más sencillo y práctico, ideal para grandes bases de datos: el Sistema Henry. Fue implementado por Scotland Yard y adoptado rápidamente por otros países del mundo anglosajón.
🌍 ¿Qué sistema usan hoy las policías del mundo?
Actualmente, la identificación dactilar se realiza mediante sistemas digitales automatizados conocidos como AFIS (Automated Fingerprint Identification System), que combinan elementos tanto del sistema de Vucetich como del de Henry.
Lo que comenzó en la tinta y el papel, ahora vive en algoritmos y bases de datos digitales.
🕊️ Un legado que cruza culturas y siglos
Desde los emperadores chinos hasta las bases de datos del siglo XXI, las huellas dactilares nos acompañan como símbolo de identidad única e irrepetible.
Vucetich dio el primer paso hacia la dactiloscopía científica.
Henry expandió su uso a escala global.
Y la China antigua nos recuerda que incluso miles de años atrás, los seres humanos ya sabíamos que nuestra huella es única.
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