Revolución Libertadora del 55, la “fusiladora” y el bombardeo de Plaza de Mayo
Punto de Quiebre: Memoria de la Fusiladora
En septiembre de 1955 se autodenominó Revolución Libertadora a lo que en verdad fue un golpe militar que derrocó a Perón, marcando a sangre y fuego la política argentina. Sus protagonistas se presentaron como restauradores de la “libertad”, pero la historia popular los recuerda como la Fusiladora: porque su método no fue el diálogo ni las urnas, sino la represión y los fusilamientos clandestinos de junio de 1956, que apagaron la vida de militantes y trabajadores que resistían.
Meses antes, el 16 de junio de 1955, la misma lógica del odio se había expresado en el bombardeo de Plaza de Mayo, cuando aviones de la Marina y la Aeronáutica descargaron bombas sobre la población civil indefensa. Hubo más de 300 muertos y cientos de heridos: una masacre pocas veces recordada con la crudeza que merece. No fue un “exceso” ni un accidente: fue el primer bombardeo aéreo sobre una población civil en tiempo de paz en América Latina.
La Libertadora se proclamó defensora de la democracia, pero prohibió al peronismo, intervino sindicatos, encarceló opositores y dejó un legado de violencia política que incubó décadas de enfrentamientos.
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Para pensar hoy
Ese pasado nos confronta con preguntas que siguen vigentes:
¿Quién define qué es “libertad” cuando se la impone con fusiles?
¿Cómo se construye democracia si se proscribe la voz de millones?
¿Qué memoria transmitimos de esas víctimas civiles de Plaza de Mayo, sepultadas bajo el silencio oficial?
Recordar la Fusiladora no es un ejercicio de archivo, sino un punto de quiebre: la advertencia de que el autoritarismo nunca llega con discursos vacíos, siempre viene acompañado de violencia, exclusión y muerte.
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